Macarena, de 48 años, tenía un trabajo precario, como tanta gente. Y como tanta gente, vivía en una casa precaria de alquiler con sus dos hijos, un muchacho de 25 años y una niña de 11, que padece crisis asmáticas y alergia al polvo, ácaros y a otras inmundicias.
Macarena y los niños vivían una situación de abusos de su casero, Jerónimo Méndez Hernández, quien tenía puesto un mismo contador de luz para su vivienda y la del vecino, y a este le había hecho un contrato falso de alquiler firmando el mismo casero como el inquilino, y otras hazañas similares. Además, posee en ese inmueble un palomar abandonado lleno de heces de palomas, cadáveres y basura que provocaba en la niña frecuentes crisis alérgicas y asmáticas. La situación económica de la familia le impedía mudarse a una vivienda menos insalubre.
Hasta que Macarena se queda sin trabajo, la familia no puede afrontar el alquiler y a la vez seguir comiendo, y es denunciada por este individuo, recibiendo una citación para abandonar su casa en cinco días, momento en que contacta con este sindicato. Se le informa de que es ilegal dar un plazo tan corto, y que contacte con un abogado de oficio para que le expida una solicitud de aplazamiento de un mes del lanzamiento, en base al artículo 704 de la Ley de Enjuiciamiento Civil.
El escrito es aceptado, pero, no sabemos por qué razón, en vez de un mes le dan menos tiempo. El abogado de oficio, inexplicablemente, deja de hacerse cargo de su problema y así se lo anuncia.
Así que con el día del desahucio encima, y sin apenas tiempo, se organiza la resistencia. Se le aconseja bloquear los accesos a la vivienda, y se va a casa de un vecino con algunas pertenencias, para que, si en el peor de los escenarios entrasen, no la encontraran en el interior y la pudieran detener por obstrucción a la “justicia”. Los hijos son enviados fuera, a buen recaudo, con el fin de que no tuvieran que vivir una situación que en el caso más suave podría ser traumática…
Ese mismo día, antes de la llegada de los agentes, se bloquea la entrada con puntales y cadenas, de manera que para entrar tengan que destrozar la puerta y alguna zona adyacente donde están fijadas las cadenas, extremo al que no se suele llegar, dado que el casero no suele querer estropear su propiedad.
Y sin embargo, trágicamente, se da el peor escenario posible, en el que el casero ordena a los agentes judiciales el derribo de la puerta. Tras numerosos golpes y grandes estrépitos que resuenan en toda la casa y parte del vecindario, y sumen a Macarena en una crisis de ansiedad y terror, entran junto con la autoridad el casero y el nuevo inquilino, lo cual hace pensar que lo tenían planeado de antemano. Estos se ponen a festejarlo y a gritar burlas e insultos crueles contra Macarena y su familia. Dentro de la casa quedan sus escasos enseres, algunos muebles en los dos pequeños cuartos donde vivían hacinados y una nevera con comida, nada de lo cual pudo recuperar.
A la llegada de la niña, y a pesar de querer dulcificar el terrible suceso, al ver que ya no tenía hogar sufre una crisis nerviosa, que la sumiría en una agonía de pánico, miedo e insomnio durante cerca de dos días.
Una historia más que cotidiana en el Estado del Gobierno Neofranquista.